lunes, 19 de abril de 2010

Tu dices: "Acercáte". Pero siempre que lo intento, estas fuera de mi alcance.

Ya me cansé de tratar y ver como cada oportunidad tu la aplastas y me dejás colgada (siempre es lo mismo). Jodes diciendo que me acerque.
Pero se me van quitando las ganas, me voy quedando sin alma. Sin alma, me dejás desnuda.
No tengo nada que ofrecerte (nada sexual, nada) Solo quiero que sepas que te quiero y que esto es verdadero. Y que aunque a veces parece que no me importas: Me importas demasiado.
Se que tal vez mi manera de demostrarlo esta jodida, pero yo completamente estoy jodida y tambien mis maneras... esta todo jodido. Joder.

domingo, 18 de abril de 2010

Desmembrada en toda su totalidad.


No me salen las palabras. Me ahogo con ellas. Ayudáme antes de que muera. Sofocada por palabras, triturada por tus gritos. Ayudáme. Andále. Yo se que puedes, pero el querer se queda en un socuro y lejano vacio. Me dejas aqui tirada y seguis gritando. Tengo tanto miedo, tomame en tus brazos y decime que todo va a estar bien. No me salen las palabras. Me ahogo con ellas. Ayudáme aun no es mi hora. Sofocada por palabrasm triturada por tus gritos. Yo se que vos, nos sos así. Pero este orgullo que te cargas te impide ver más allá. Sigo triturada, sofocada. Odiada.

sábado, 17 de abril de 2010

masticarla a Romina, despedazarlo a Alejandro y tragarme a Ulises.

¿Vos te das cuenta que tenés actitudes de mierda?

No me voy a bancar que me trates así, con esta ironía, con este desprecio. ¿Qué te pasa? ¿Por qué me hacés daño?

Vos metiste la pata. Si te parece que estás actuando correctamente está bien, bárbaro. Si te parece que me merezco un mejor trato pensalo.

Su ironía me sulfura, me derroca el cerebro, me hace trizas.

Ustedes son testigos de esta conversación tergiversada: ¿cómo puede siempre querer tener razón? ¿Cómo puede siempre quedar él como la víctima? ¿Cómo puede ser tan manipulador? Siempre queriendo tener razón, escapando de los temas que lo incriminan y disertando sobre aquellos que lo hacen quedar como una persona inteligente y que se preocupa por uno.

la melancolía que me ataca y no me deja existir. Si vivir es tan trágico entonces no quiero seguir viviendo. Se me ocurren mil cosas horribles para herirme y ni una para sanarme. No sé cómo se llama esta enfermedad que padezco pero es muy dura y no me deja vivir tranquila

No confío en nadie. Y me tengo miedo, así que es como una paranoia crónica.

Quizás sea este un documento valioso de una mujer que acarició la muerte para después darle una bofetada en vida.

. Tiré almohadas y ositos y cualquier cosa que estuviera encima de mi cama o al alcance de mi mano. Tenía que descargarme de alguna manera. Mamá golpeaba la puerta de mi habitación y gritaba a voz viva que saliera en ese preciso instante. Los golpes de la puerta desequilibraban mi delicadísima salud mental; con cada golpe ensordecedor se abría una grieta en mi cuerpo por donde escapaban los últimos vestigios de sanidad. ¡Abrí la puerta o te interno!- gritaba mamá desaforada.

No estaba luchando en contra de nadie más que de mí misma. Estaba pendiendo entre la vida y la muerte, esperando sin esperanzas que apareciese un signo, una persona, un gesto, un abrazo, una palabra que me salvase de mi muerte inminente. Y la nada misma. Nada.

Se les hace difícil decidir quiénes son. Eso es exactamente lo que me sucede: no sé bien qué me gusta, cuál es mi color o comida preferidos, qué asiento prefiero en el avión, qué cosas me molestan, cuales me dan placer. Me cuesta muchísimo describirme sin estar mintiendo acerca de mi misma. No puedo describirme porque no sé quién soy.
Tengo problemas de constancia con la gente: cada acción, cada palabra, los tomo como si no tuvieran un contexto, como si no pendieran de algo más. Y el insoportable sentimiento de sentir que está “todo bien” o “todo mal”. Conmigo no hay medias tintas, con los border no hay grises. Lo pavoroso es que lo que en este momento está bien en cinco minutos puede terminar siendo lo peor que me sucedió en la vida.

Hay una diferencia abismal entre querer morir y no querer vivir de determinada manera. Yo no quería seguir viviendo como hasta ese momento, pero decididamente no hice buenas elecciones y me encaminé hacia el oscuro pantano que tenía como única salida una muerte escabrosa.

Un nudo de angustia me atravesó el corazón y se instaló en la garganta.

Le decía que quería desaparecer de mi casa y le pedí que me diese antidepresivos. Él pensó que por el momento no eran necesarios (así son ellos, los súbditos de Freud; van a hacer cualquier cosa antes de medicarte) y me instó a que sigamos con la terapia hasta que se pudiera.

Me senté en la vereda y lloré amargamente hasta que una señora paqueta que paseaba su perro me preguntó si estaba bien. A continuación enjugué mis lágrimas y le dije que me había ido mal en un examen en la facultad y desvié el tema. Ahora hablábamos de su perro, la mujer le hablaba como si fuera una persona. Así voy a terminar yo –pensé- hablando con los gusanos, pero seis metros bajo tierra.

Contradicciones, mi vida fue siempre una absurda contradicción donde lo que hoy es mañana quizás no lo es tanto, donde lo que hoy me hace vivir en tiempos futuros puede aniquilarme. Siempre tuve miedo a escondidas. Miedo de mí, de por fin terminar comiéndome.

Y llorar hasta el desmayo o el interminable dolor de cabeza que parece encarnársele a uno en lo más profundo de los sesos. Tener tanto odio por uno mismo, tanto que hasta nos parecen irreales e inentendibles todos aquellos años de convivencia con nuestras mentes perturbadas, tantos años de soportarse a uno mismo.

Lo pensás varias veces, intentas encontrar algo por qué vivir, por qué quedarse: las razones son tan frágiles como la convertibilidad y sos menos convincente que Fidel Castro izando la bandera de los Estados Unidos. Querés morirte y tenés millones de razones por las cuales hacerlo. Y sin embargo, todavía rogas por una sola razón para quedarte. Una razón te salvaría, solo una sería suficiente. Y no la encontras, no porque no sepas buscar, sino porque simplemente no hay. No existe la razón por la cual debieras quedarte en este mundo.

nunca me gustó su aspecto ni cómo me trataba. Era un tanto insolente, y tengamos en claro que para soberbia e insolente estoy yo.

. Si les daba un buen uso quizás me hicieran bien y si seguía con mi plan iban a ser destructivas. Un arma de doble filo. Una inconsciencia darle una caja llena de Rivotriles a una paciente psiquiatrica.

. “Estas pastillas van a calmarte la ansiedad y a ayudarte a dormir; en pocos días vas a sentirte mucho mejor”. Sí, claro. ¿Firmaste? Muy bien, buenas noches y hasta nunca.

sus ojos de traficante estafador, amaba todo de él.

No quiero estar sola mientras termino este texto, tengo mucho miedo de perderme y no saber cuál de mis versiones soy. Estas noches suelo ir al cine demasiado a menudo y excesivamente sola. No porque no disfrute de la compañía sino porque no encuentro con quién compartir lo que me pasa. ¿Cómo puedo explicarle a alguien que dejo de escribir y no me acuerdo de quién soy? Nadie en mi círculo social puede entenderlo, es decir, nadie puede entender acabadamente el sentido de no saber quién soy. Pueden darse una idea y decirme: “ya vas a estar bien” pero no es eso lo que necesito. Néstor me entiende. Él se ofreció a ser mi referencia. “Cuando estés triste, sola o simplemente necesites una voz podes llamarme”. Espero no tener que molestarte- le contesté. No por molestarlo sino porque no quiero tener que hacerlo pues eso significaría que me perdí. No quiero perderme, por nada del mundo quiero volver a ser aquello que fui. No quiero tampoco renegar ni arrepentirme, simplemente ahora estoy (¿estoy?) en otra etapa de mi vida, donde tampoco tengo fuertes referentes ni pilares que me sostengan pero al menos soy un acróbata con lazos algo más fuertes y estables.

Me llena de impotencia y dolor escuchar frases que se repiten. Que algunas de las cosas que me llenan de ilusiones sean las mismas que me desalientan. Que una persona pueda seguirme causando rechazo y amor al mismo tiempo. Que pueda seguir amando y odiando con similar intensidad a la misma persona. Escuchar en boca de otro hombre las frases que Alejandro me decía me llena de miedos, de inseguridades ¿Soy yo? ¿Son ellos? ¿Qué está pasando? Entonces no entiendo si él es Alejandro o si son personas diferentes. Si es otra persona o si sigue siendo él vestido de hombre nuevo, con promesas de un probable amor duradero y las mismas mentiras que escucho desde que tengo quince años. ¿Quién sos? ¿A cuál de mis mundos perteneces? ¿De dónde saliste?

Cómo puedo no confundirme? Y al mismo tiempo estoy tan sola… tan rodeada de gente, de lugares comunes, de frases célebres y palmadas en el hombro que no me ayudan en nada. Tan sola me siento. Escribo en un rincón de mi casa, sola, durante horas. No quiero escuchar voces y sin embargo necesito escuchar pasos: eso me conscientiza

Entonces lo llamo una vez y no contesta. Mil pensamientos cruzan mi mente, decido no hacerles caso. Llamo de nuevo con el mismo resultado: “usted se ha comunicado con…”. No, no me comuniqué con nadie. Son más de las once de la noche y estoy sentada en el banco de una acera esperando que abra la sala cuatro del cine San Martín. La tercera llamado tiene un diferente destinatario. Me atendés, hablas conmigo, me das un marco de referencia, corto. Respiro, estoy viva.
Ojalá él entendiese lo que significa Abzurdah para mí, ojalá supiese algo de lo que me pasa. No puede entenderlo. Muchas personas necesitan leerlo o verlo en fotos: no quiero que leas ni veas mi dolor en una foto ni un libro, quiero me sientas, que me toques, que sepas que estoy viva y que me duele y que te necesito.
Abzurdah me obliga a caminar al borde del abismo, un abismo infinitamente profundo. Estoy dispuesta a mirar lo que yace en el fondo o en el camino hacia el fondo del abismo, pero necesito una mano que me sostenga solo por si me resbalo. Quiero que lo entiendas, o quizás sea menos prepotente: me gustaría que lo entendieses.
Pero estoy sola, no hay manos que me sostengan. Aquellas que sé se ofrecerían sin dudarlo no son tan fuertes como para sostenerme sin caerse conmigo y no quiero que nadie lo haga. Si voy a hundirme lo haré sola, nadie merece hacerse cargo de lo que me pasa o de los recuerdos que me invaden. Debo ser fuerte, afrontar lo que me toque, ser artífice de mi destino e intentar por lo menos que quienes sufrieron conmigo no vuelvan a saber de mi dolor.


“Mamá, siento que me quiero morir ¿me das una pastilla de la felicidad?”

Solo te queda aquella pared o mirar para atrás. Son el pasado y vos, juntos para siempre (y siempre es muy poco tiempo). Entonces lo único que queda por hacer es concederte la muerte, darte un gusto: aliviar el dolor que es insoportable, que jamás termina, que es imposible de extirpar.

Cordialmente te pido que dejes de llamar y no quiero insultarte así que espero que esta sea la última vez que tenga que oír tu desagradable voz

Me calmaba, me hacía sentir de nuevo persona y no tanto esqueleto o zombie vuelto de la muerte para quedarse a mitad de camino. Sin querer estaba dañándome otra vez, casi sin pensarlo. Lo que me ayudaba me destruía, una vez más.

SI Muchos lo catalogan como una necesidad de atención o manipulación pero es antes que nada la expresión interna de un grito interno.

Le dije a Néstor que iba a intentar parar, le prometí que iba a buscar otra forma de aliviar mi dolor. Me dijo que podía llamarlo en cualquier ocasión y que era mejor hablar que sangrar. Sí, te escucho, pero sigo sin entender cómo hablar puede sacarme la basura que tengo adentro.

Él merecía ver su sangre desparramada y a continuación llorar envuelto en papel higiénico hasta quedarse dormido a causa de los medicamentos.

: “Me estás lastimando mucho y no te das cuenta. Abrí los ojos. Mirame, tocame. Soy real. Te amo y estoy acá. Quiero escucharte. No me prives, no me censures, no te escapes: esta realidad existe”.

si digo genialidades que no condicen con mi carácter… ese no es un problema mío. Es una virtud, en todo caso y no quiero quedarme acá. Quiero irme. No me interesa seguir esclava en esta mansión de cartón. No me interesa”.

Sí, definitivamente me despojaron del arresto domiciliario y volví a salir. Todavía no me dejaban manejar porque tomaba altísimas dosis de medicamentos para “ser feliz” y para “dormir” que básicamente me mantenían durmiendo veinte horas cada día.

Cuando estás internada volves a tener diez años. Las cosas son lindas, feas, buenas o malas. No hay otros adjetivos. Odias o amas o simplemente te da lo mismo. Uno no espera de sí mismo grandes conclusiones acerca de lo que está sucediendo, ni se siente capaz de escribir ensayos del todo gratificantes. No. Estaba encerrada en una casa (enorme pero encerrada al fin) y todo aquel que no decía o hacía lo que yo deseaba se convertía en mi enemigo mortal. Y cuando digo mortal hablo más literalmente que nunca. Fatal porque cualquier indicio de descontento te lleva precipitadamente a la muerte. Cuando estás internada estás más cerca de morir que de vivir y cualquier paso en falso te hace caer miles de metros bajo tierra hacia el hueco de donde nadie te puede sacar. Entonces los psicólogos y los nutricionistas y las brujas te tiran sogas rasposas que hasta parecen ser hechas de espinas. No sabés si querés colgarte de esas sogas y destrozarte las manos o permanecer allí abajo donde la muerte te acaricia suavemente. Es tu decisión: vivir ensangrentada o morir acariciada.

Las imágenes describen a la perfección, como en un cuento de Borges, lo que sucedió aquella noche de abril. A simple vista son fotos de un departamento desordenado, pero si le damos una mirada más escudriñadora encontramos detalles sofocantemente extraños. Veintinueve fotos en total, cada una de ellas con detalles escabrosos con los que un detective se haría un banquete. Como dije antes: a simple vista no dicen nada, pero escudriñando se encuentran detalles perversos.
La pared de la cocina (¡de la cocina!) tiene largos pelos quedados. Deduzco que me desmayé en la cocina, en una de las tantas veces, y mi cabeza golpeo los azulejos. Solo de esa manera pueden haber quedado allí impregnados. Sobre la mesada de la cocina, la tapa de una olla (¿estuve cocinando?) un repasador rosa fuerte que me compró mamá, un fósforo quemado y la botella de vino blanco que había comprado para Alejandro pero que disfruté en compañía de la muerte, a cada minuto más íntima.
En el comedor un puff rosa pálido (donde alguna vez se hubiera sentado Alejandro) con una remera blanca manchada de sangre. Recuerdo que allí la dejé cuando bajé el ascensor para abrirle a Pilar (pensé que si no veía la sangre en mi ropa no iba a darse cuenta de que estaba pelada, una ridiculez). Sobre la mesa de vidrio y madera cuatro tabletas de Rivotril, sin ninguno adentro, por supuesto. Al lado cartas o notas, una lapicera rosa que me regalo mi hermana, el discman, los auriculares y algo de ropa. Más lejos en la misma mesa: mi agenda donde anotaba absolutamente todo lo que planeaba hacer, una agenda más pequeña con teléfonos, cinta (con la cual pegué las fotos en la pared), una carta de despedida, una toallita femenina, mi cartera negra cerrada, una taza verde, una cuchara (probablemente había tomado sopa) y dos elementos de lo más sorpresivos: una tabla de calorías y el prospecto del Rivotril completamente abierto y con signos de haber sido leído una y otra vez. Si, siempre fui una mujer precavida. Recuerdo haber tomado los recaudos correspondientes, sabía que la cantidad de miligramos que tomé me iban a matar. No entiendo por qué estoy viva.

Es decir, mi corazón latía y respiraba con normalidad. Me drogaban las veinticuatro horas pero yo tenía mis momentos de lucidez

Vivir porque sí, porque ni siquiera te molestas en matarte. Porque ni siquiera eso te atrae. Vivir esperando que algún día aparezca una pizca de interés o un rasguño de emoción o incentivo por algo. Casi por inercia. Esperar que los días sean todos iguales. Buscar cosas para hacer, no por placer sino para evitar el dolor que supone seguir respirando”.

“Haberte encontrado en ese estado, eso no se lo pudo sacar jamás de la cabeza. Lo bueno es que te vemos bien y contenta”. Sí, nunca me van a ver en pena y llorando, porque nunca voy a demostrar lo que verdaderamente siento.

Ahora sí, por favor, ¡mozo! Cianuro on the rocks.

Sobrevivo. Una y mil veces sobrevivo desde hace ocho años. Es marzo de 2006 y sigo viva. Sobrevivo. Paso por alto lo negativo, lo reprimo, lo guardo en lo más recóndito de mi ser, lo convierto en mentiras, en historias de cosas que jamás pasaron. Junto memorias, me aíslo, me pierdo. Escribo. Fueron días candentes, calurosos y sin vida los que me dediqué a escribir, a relatar mis desventuras, mis secretos más íntimos. Me queda la tranquilidad de saber que no conté lo peor, que lo más oscuro se queda conmigo. Que es imprescindible contarlo todo, que puedo seguir viviendo.

Los ecos me recuerdan los “nosotros”, “estamos”, “nos”, “comemos”. Una y otra vez me cortan como navajas de sacapuntas. Me afilan, me vuelven una persona temeraria. La gente me da miedo: no quiero contar porque sé que no van a entender. Sé que no puedo escribir todo lo que me pasa porque no hay palabras existentes para describirlo. Nadie va a entender jamás lo que me pasó. Ojalá tuviese videos, ojalá pudiese entregar a cada persona que entra en mi vida un disco con mis datos. Ojalá, así nadie se decepcionaría, así nadie crearía demasiadas expectativas conmigo. No, no soy brillante ni la mejor, no soy la más coherente tampoco. Soy poco y de lo poco que soy poco entiendo.

Él me pide que use cicatrizante para sacarme las marcas en los brazos: yo quiero que esas marcas se queden. Las ciento un marcas de mis brazos, los miles de dolores que me trajeron sangre: no voy a olvidarlos. No quiero que las marcas se vayan. Se irán sí con el tiempo, sí con la desmemoria, si con el aprendizaje. No las voy a eliminar, se irán de a poco, a su debido tiempo. Jamás podría alejarlo de mi camino, nunca. Cuando él está en pareja y me pide que me aleje lo hago. Solo él puede decidir cuándo no vamos a vernos. Por lo demás no me preocupo: lo conozco, sé que no va a ser feliz con nadie porque ni siquiera es feliz consigo mismo. Siempre volvió, siempre vuelve, siempre va a volver.

Se levanta, me toma entre sus brazos y me da un beso apasionado. Su beso recorre millones de terminaciones nerviosas, me estremezco. Confirmo que es él: nunca nadie me hizo sentir así. Abre la puerta de su edificio, lo sigo con paso decidido.

Camina hasta la cocina, pensaba que iba a tocarme. No lo hizo: es estratégico. Siempre gustó de llevar las cosas al límite más extremo.

A veces me olvido de las cosas que me hace. En una ocasión hace poco menos de dos meses, estaba yo en un paseo de compras un viernes por la noche. Estaba sola y tuve un ataque de pánico. Entré en el baño intentando mantener la calma y pronto me desvanecí y caí al suelo. Tenía miedo: todo lo que sentía era pavor. No quería salir del baño, sentía que iba a morirme. Empecé a respirar agitadamente. Se me durmieron las manos y las piernas. Estaba tirada en el suelo del baño del paseo de compras y no podía respirar. Pronto mi vista se nubló hasta volverse completamente negra. No veía nada y no podía sentir nada

Me cortó. Yo tenía un ataque de pánico y el muy maldito me cortó el teléfono. No es fácil describir un ataque de pánico pero es básicamente miedo desmedido e irracional generado por cualquier cosa.

En otro momento de mi vida me hubiera quedado años esperando a que se durmiera, acariciándolo o viéndolo ser. Esa noche no quería. Simplemente necesitaba estar conmigo, sabía que algo se había roto, que yo había cambiado. Haber estado escribiendo sus maldades me había hecho recordar, me había hecho tomar consciencia. Soy consciente por fin del mal que me infligió durante ocho años. Soy consciente y sin embargo aquí estoy escribiendo acerca de aquel hombre. Aún tiemblo cuando me toca, aún merezco parte de su amor, parte de su sexo. Aún soy parte de él y aún él es parte mía. Sos parte de mí y sin embargo ya no te quiero.

Ese es mi modo operativo, así soy: absurda. Me entiendo en mi desorden, en mi incoherencia. Soy todo, depende del día.

Finalmente puedo desprenderme de aquel amor obsesivo, puedo ser yo, con mis metas, con mis principios y con mis ganas de ser. Nunca había tenido ganas de ser, todo siempre lo circundó. Hoy soy libre y me enamora otro hombre. No puedo negar las similitudes que a veces me confunden. Muchas otras el miedo me atraviesa como una hoja de sacapuntas, pero él no está maldito ni es insensible: no hace más que apoyarme.

Soy absurda. Soy lo que el mundo quiere que sea. Entiendo mis necesidades y que Alejandro me circunda. Entiendo que mi necesidad es él. Que sin dolor no existo, que me consume la melancolía. Que lo único peor que sentir dolor es no sentir absolutamente nada. No soy más que un ser que vive por casualidad. Quiero existir, quiero sentir. Escucho una bocina, es él. Hace horas que lo espero.

Entiendo que mi necesidad es él. Que sin dolor no existo, que me consume la melancolía. Absurda porque viví límites desesperados: me tocó un amor obsesivo, perjudicial. Me tocó tocar la muerte tan de cerca hasta perderle el respeto. No me asustó morir: me aterrorizó seguir despierta. Me pregunté cuántos años más iba a vivir, no por miedo a desparecer sino hasta con necesidad de ello.
¿Qué es normal? Amarte tanto y sin explicaciones, sin silencios. Con esta tristeza profunda e interminable. Eterna, siempreviva. Una melancolía inmortal hasta en los momentos de júbilo. Tristeza que no me abandona, que me ahorca, que me ahoga y aún así no me mata. Quererte tanto hasta volverme loca, perder identidad para cumplir tus deseos, llenarme de tus peticiones…
…y deseando profundamente que el sentimiento desaparezca. Mirándome inexistente cuando por fin la melancolía se va. Rogando que vuelva la tristeza: quiero por lo menos sentir algo. Y algo incluye dolor. Peor que sentirse mal es no sentirse. Y ya no siento.

No te dejes amedrentar, soltate como solo vos sabés hacerlo y disfrutá de esto.
Tus huesos se debilitan, tus parámetros sanguíneos son lamentables y tan sólo te queda una muerte lenta

Aquello fue para mí un baldazo de estalactitas puntiagudas todas sobre mi sien

Quería estar ahí pero disfrazada de alien persa.
Contigo cigarrillos y agua mineral
(porque el pan y la cebolla me dan asco)

Los primeros días fuimos felices con leves precipitaciones hacia la hora de la comida. Almorzar y cenar habían mutado en castigos maya. La eterna pelea era “¿salimos a comer o comemos en casa?”. ¡No me interesa! Quiero estar con vos, donde sea. Si querés ir a comer vamos a comer y sino nos quedamos. No quiero elegir, no me gusta elegir. Quiero estar con vos. Nunca lo entendiste.

viernes, 9 de abril de 2010

Killer V Murder by day, superhero by night.
It is sweeping, from your head to your toes, and then his eyeslinger on yours
te amo. Quizás en algún otro momento vuelvas a aparecer.
No quiero que se malinterprete, no estoy pensando en él. Pero…¿me llamará para navidad? Hace tres años que lo hace, seríararo si no lo hiciera. Bueno, para mi cumpleaños me escribió…supongo que también para navidad. Supongo, no espero. Solosupongo.
No me tolero, no te tolero. Me tenés harta. Jodete, morite desida o de gota. No me importa.
¡Estoy tan desesperanzada, tan deprimida, tan sin identidad! Me propongo estudiar pero mi cabeza no procesa lo que estoy leyendo. No estoy cansada ya que dormí toda la tarde, pero algo me mantiene triste y enferma. No sé qué puede ser: con El jamás volví a hablar y ni siquiera pienso en él. Tengo ganas de llorar y estoy super-sensible, tan triste y deprimida como si hubiera vuelto a tener noticias de El. Ya no pienso en él y ver su departamento todos los días desde la autopista no tiene efecto en mí. La mayoría de las veces solo paso y les hago “fuck you” a los edificios erigidos imponentes ante mí. Los miro por inercia, alguna que otra vez de mí emerge un insulto como una burbuja desde el océano, pero parece perderse entre los motores de la autopista. Soy una persona que desechó su pasado, evita tener un presente y prohíbe cualquier futuro (sin vida no se puede estar). Tengo que encontrar una causa, una estrategia, un fin. Tengo que encontrar mi “para qué”. Siempre viví por otros: Cocol, Ursula, pero no merezco vivir por mí, es un desperdicio. Me odio. No me tolero. Chau. Hasta Mañana - Abba.

Es como si todo lo que saliera de mi boca fueran palabras huecas y sin sentido alguno, he escrito sobre emociones que he sentido a lo largo de los años y mientras estos pasan, ellas pierden su significado, su valor, su pura y virgen escencia para ser reemplazadas por algun capricho estupido que se apodera de mi boca tan rápido como tu te olvidas de mí. Necesito algo nuevo, necesito sentir algo nuevo, algo nunca experimentato, algo real pero a la vez que me eleve un poco a la ficción para asi poder despertar cuando mi cuerpo se estrelle brutalmente contra el asfalto. Tal vez es lo que necesito, un pequeño roce con la muerte para poder así expandir mis horizontes y conocer a fondo (o almenos tratar) algo que no todos conocen, así sere parte de un club especial.

that scream never ceases to amze me


i am "la niña de Grand Praire."

What lover? My only love is for the ghost'sin my attic.

"The way your looking in your sleep, the way your looking when you leap. The strange Illusions that you keep. You don't know that I'm noticing."

http://self-injury.net/media/quotes/category/self-injury
http://myweb.ecomplanet.com/JERN7562/mycustompage0003.htm
http://www.jenniferboyer.com/QuotesSelfinjury.html

OHTheBlackKeys@hotmail.com
. Cuando yo desaparezco él me busca, es un histérico prepotente manipulador.

Ocurrió tan de repente que ya no sé si fingí la alegría que ahora me oprime adentro. Yo solo sé que todo se acabó, que no hay nada más detrás del telón, la función llegó a su fin.


" But then your face is like this dark hidden beauty." @Hogweed,Seriously?

Eso terminó de matarme, ahora sí: por favor, introduzcan mis dedos en el enchufe y rocíenme cianuro en polvo.


Su café cortado ya no existía y mis cigarrillos tampoco. Mi coca cola Light quedó a medio tomar al rayo del sol, que ahora me iluminaba solo a mí. Le dije entonces que me hiciese caso y él prometió no volver a escribirme, ni llamarme, ni nada que se le pareciese. Aceptó, no le costó nada hacerlo. “Esto me duele en el alma- dije- yo sigo enamorada de vos”. Nos quedamos en silencio y él llamó al mozo con señas. Pagó y me dijo: “¿vamos?” dando por terminada la charla.
Caminamos y sentí su mirada en mi cuerpo: “cambiá esa cara por favor” me dijo. “¿Querés que ponga cara de feliz cumpleaños?”- le dije sarcástica.

. Yo me apoyé en mi mano derecha junto al vidrio y el me pellizcó el cachete izquierdo y dijo: “cambia la cara, dale”. Yo no me inmuté: ni un gesto, ni una sonrisa, ni una respuesta. Solo una mirada perdida hacia la nada, hacia cualquier cosa excepto lo que contenía ese auto.

Volvió. Él volvió… o volví yo. No iba a terminar, sabía que no iba a terminar. Soy enfermizamente débil. Después de diez meses otra vez Alejandro. Como en la canción de Génesis[1] el gigante volvió y enredó al mundo con sus hojas violentas, con sus palabras dolorosas, con sus actitudes hirientes.
Su comportamiento no cambió, simplemente se le ocurrió volver, quién sabe por qué razón. Yo, siempre dispuesta a recibirlo, no me quejé. Ahora nuestro sexo era salvaje, casi siempre con alcohol de por medio y dulce violencia. Quería eso: ser maltratada específicamente. Alejandro, el Gran Orador, siempre fue amante de la persuasión, de la ironía, de los dobles sentidos (y fue en todo caso mi mejor mentor). Me había maltratado durante años y hacía de ese maltrato algo casi imperceptible. Ahora necesitaba que esa violencia invisible mutara en cachetazos, en nalgadas, en palabras vulgares y violentas. Necesitaba escuchar: “puta, te voy a coger toda”. Necesitaba que me pegue, necesitaba. Y Alejandro me daba. Dar y recibir. Mi droga, otra vez. Otra vez adicta.
[1] The return of the giant Hogweed: track perteneciente al CD Nursery Cryme de Genesis.


Pero por Ursula me hubiera tragado miles de rosedales (por Alejandro solo un par, de hecho: le haría tragar algunos a él). No iba a volver a ser lo mismo porque estaba decepcionada, el hombre no me quería, no me respetaba y aún así lo necesitaba para existir, la abstinencia me dejaba sin aliento, me ahogaba en una pileta de rosas. Sus palabras, sus mentiras, eran como espinas clavadas deliberadamente en mi cuerpo: las necesitaba allí, si alguien las sacaba me iba a desangrar con seguridad. Si sacaban la espina me moría, las necesitaba, necesitaba esas mentiras, necesito verlo.

estuvo enamorado solo una vez (y supongo que porque era adolescente y dejó sus instintos correr, porque toda su post adolescencia la pasó en la universidad del freezer, perfeccionándose en el arte del congelamiento humano)

“Cielo, tenés que tomarte la vida menos en serio”- contestó cuando le pregunté por qué tenía semejante dolor de cabeza y estómago. Somatizo, es lo que hago para defenderme. Me enojo con mi cuerpo y él es mi estatuilla de arena moldeable para hacer lo que sienta en el momento que quiera. Pobre de mi cuerpo. Pobre de mí.

La parte de mi vida que voy a contar a continuación tiene tanto que ver con conejos y arco iris como tiene que ver con la política económica australiana. Ajústense los cinturones y por favor permanezcan sentados. Este es un vuelo propenso a estrellarse, como cada vez que lo cuento. Y sin embargo, sigo volando.

. Había vuelto el arlequín, el muñequito de torta, el disfraz de la mujer maravilla, todos juntos, combinados intentando formar una nueva personalidad para confrontar este momento: abandono. Y peor aún: reemplazo.

En cambio, el reemplazo es aún peor. Es un bosque sin neblina, donde claramente veo que no solo me han dejado a un lado, sino que lo hicieron por un propósito o mejor: por una persona. Que me abandonen y se retiren con las manos vacías, bien, podría entenderlo después de un intento de suicidio y cinco años de terapia, pero que me abandonen para irse con otra persona eso jamás. No voy a poder entenderlo, no pude entenderlo y no lo entiendo, ni quiero, ni pienso, ni nada. No. Es una negación absoluta, el reemplazo es sinónimo de sofocación, de que me falta el aire, de que me puedo morir inmersa en convulsiones sin remedio alguno. No me reemplaces Alejandro, jamás.

Siento darme por vencida antes de la pelea, pero prefiero que mi cadáver luzca bien; no necesito morirme destrozada y enterrada en una fosa comunitaria porque mis viejos no pudieron reconocer mi cuerpo. No. Y aún así, con la pena y el abandono mordiéndome los tobillos y las muñecas, con el reemplazo tirándome de los pelos, decidí callarme y dejar pensar a mis amigas que todo estaba bien, que no necesitaba de Alejandro para estar viva, que podía superarlo.

Sí, sé que mi tergiversada cabeza escucha y entiende lo que necesita, todo según le convenga, pero no puedo evitarlo.

Pero no tuve en cuenta que mi imaginación es fatal: y que si la realidad no se asemeja al dibujo que formé en mi cabeza aquello puede dar como resultado una situación letal, tal y como sucedió.

Porque la realidad no tiene caballitos de plástico, ni amigas que ríen las veinticuatro horas: la realidad es un cielo solitario y lloroso abandonado y reemplazado. Uno de los caballos alados del carrusel me había llevado hasta lo más alto de una nube en mi alegría espontánea y un llamado telefónico se encargó de hacer el caballito trizas con un disparo de realidad que pegó duro, que fue más fuerte que la imaginación y más frío que una cuchilla atravesándome el estómago.
Un llamado puede deshacer mi felicidad, una sola palabra puede arruinarme la vida. No son metáforas. Me hubiera gustado que alguien le advirtiese estas cosas: “tené cuidado con lo que le decís a Cielo, por favor, cuidala”. Nadie me cuidó, nadie se hizo cargo de mí, nadie vio a qué punto habían llegado mi obsesión y mi locura. Nadie se iba a hacer cargo de la muerte de lo más sagrado en mí: la ilusión, la esperanza, mi imaginación. Nadie sabía cuáles eran mis límites porque yo me había encargado de hacer de mi vida una mentira. Mis padres no sabían que hacía tres años que seguía viendo a Alejandro, mis amigas no sabían que soñaba con mi muerte si en algún momento él me abandonaba.
Nadie sabía nada y yo, inconsciente, dejé mi secreto pudrirse en lo más lejano de la playa marplatense. De un llamado puede depender el destino de una vida o el advenimiento de una muerte inexorable.

jueves, 8 de abril de 2010

PD. Pero como te amé yo, no te va a amar nadie.

Se acabó. Se había acabado (y a decir verdad, aquí empieza la verdadera historia). Voy a hacer mis esfuerzos más calificados para intentar describir lo que sentía en ese momento. Una parte de mí, la más caprichosa, pensaba que haberlo dejado estaba bien, porque merecía más atención de parte de un hombre. En cambio, mi parte más racional sabía que lo había dejado por miedo a que él me deje en primer lugar.

. Ahora, dos años después era una versión pervertida de lo que solía ser. Me había convertido en una persona desdeñosa, alguien que no sabía gratificar a otros, que siempre buscaba el placer propio. Merecía placer, merecía dejar de sufrir… y por sobre todas las cosas: no podía parar de imitarlo.

es la persona más egoísta y centrada en sí mismo que conozco, que conocí durante todos estos años. No puede parar de hacer maldades, no puede consigo mismo. Necesita, supongo, escarbar en lo más profundo de las personas en busca de un punto débil. Y va a usar sus tácticas de degeneración en cualquier persona que se le vuelva de pronto una molestia. Te va a pedir que te relajes, que no lo presiones y por último te va a tirar al basural comunitario para que te coman los buitres. “Me niego. Me rehúso a que me coman los buitres, voy a pelear hasta que se muera”. Mentira, siempre digo algo y hago lo opuesto. Dejé que los buitres me comieran y peor que eso: dejé que Alejandro me siguiera comiendo compulsivamente

Eso lo caracterizaba eternamente: su orgullo. Se amaba a sí mismo más que a otros, más que a su perro, a su madre, a mí, a nadie. Se amaba como no había amado a nadie en el mundo y por lo que sé, después de ocho años, sigue piropeándose fervientemente. Y yo simplemente supongo que está bien, es decir, lo de Alejandro recorrió límites insospechados; pero ha de ser divertido amarse a si mismo, como una eterna masturbación. Podría decirse que Alejandro era un pajero. Esa devoción permanente hacia sí mismo hace que no haya lugar en sus prioridades ni en su mente ni en sus ganas para otra persona (ni nombro al corazón porque todavía no estoy segura de que posea uno; dato a confirmar).

. Quizás hasta podría decirse que es un hombre feo (nariz grande, lunar al costado de los labios carnosos de más, ojos pequeños, achinados, cejas cortas, morocho y en vías de calvicie mortal) y sin embargo su inteligencia te consume, te enamora, te pervierte, te desmorona.

Así, terminábamos hablando de por qué nos habíamos peleado, de cuáles eran las fallas en esa pareja corrupta o teniendo charlas sobre sexo a niveles que play boy hubiera calificado como xxxx.

la muerte espontánea de la persona inteligente que yo creía ser por primera vez. Me había hecho sentir adulta, elocuente y propensa a ganar todas las batallas. Era la muerte de mi heroína. Mi heroína carbonizada. Estaba demasiado deprimida como para quedarme estancada.

Si no era él, era su gemelo europeo y si no era su gemelo europeo, por favor, intérnenme.

Te extraño demasiado como para subir a la torre Eiffel. Tengo más ganas de subirme al tren metropolitano que va a Avellaneda, por raro que suene.

“Te amo pero necesito tiempo”. ¿Qué quiere decir eso? Necesitar tiempo es frenético, es desesperanzado, es casi ridículo. Nadie necesita tiempo. En realidad, no necesitaba tiempo, necesitaba que a tiempo me retirara.

Nada era suficiente, pero yo creía que si podía agradarle iba a enamorarse de mí otra vez (en caso de que alguna vez hubiera sentido algo siquiera parecido al amor o la ternura).

Sus maldades son tan sutiles que me es casi imposible explicarlas, deletrearlas, exponerlas. Alejandro es eso: indescriptible. Porque si uno lo ve por la calle, no se da cuenta de nada. Un tipo común, que no llama la atención, que no tiene nada atractivo o alarmante. Es, a simple vista, un hombre cualquiera. Pero ¡pobre de aquel que se atreva a cruzar el umbral de su apacibilidad! De nuevo, es solo mi punto de vista. Quizás lo conocen, lo hayan visto y hasta hablado con él. Un ser perverso, un estafador de la mente. El hombre que amo.
¿Cómo se puede amar y odiar a alguien al mismo tiempo? Así es mi amor: atemporal. Por momentos olvido el presente cuando Alejandro es un tipo despreciable y solo puedo recordar cómo era, cómo me trataba, cómo me quería. Mezclo personalidades, momentos, tiempos y así mi amor se vuelve atemporal: sin poder distinguir lo que fue y dejó de ser, de lo que nunca será.
Tengo la admirable (¿despreciable?) capacidad de borrar lo malo y recordar los momentos gratos. Así, aún después de escribir atrocidades acerca de él, puedo llamarlo por teléfono y hablar como si nada, con voz de enamorada y suspiros cariñosos. Sí, es lamentable. Por eso me costó tanto despegarme de él, por eso escribo: no quiero olvidar.
Quizás hasta tenga memoria selectiva: archivo solamente los documentos, pensamientos, fotografías, escritos y demás, que me hagan recordar los buenos tiempos. En alguna de mis peores épocas llegué a inventar conversaciones para no sentirme sola. Mi imaginación siempre fue más fuerte que mi racionalidad cuando se trata del “amor” o lo que sea que esto es. Así, puedo pelearme con Alejandro sin que él se entere, o amarlo cuando en realidad tendría que repudiarlo. No sería raro tampoco pelear con él y no recordar porqué. Ya dije: no puedo acordarme de las cosas malas, esas razones se disuelven en mi cabeza, no las encuentro; se arrinconan empolvadas en algún lugar de mi cerebro.
Erotomanía, la sufro. Soy consciente de eso, pero solamente cuando me aíslo, me alejo y me desdoblo. Solo así puedo entender que quizás no es tan importante, no es tan trágico o que tal cuestión no merece mi muerte. Solo cuando me veo desde afuera… y en general cuando logro un desdoblamiento ya es demasiado tarde para tomar decisiones. Con seguridad ya las tomé y sin duda erróneamente. Cuando no soy consciente de mi condición, el mundo se deshace por un llamado que no llegó o porque se canceló una ida al cine. Los cambios de planes no son aceptables en mi vida. Si vamos a hacer tal cosa, la hacemos. No hay porqué arrepentirse, no hay porqué cambiar los planes, nada es justificable. De allí que cada vez que Alejandro me deja plantada mi mente trabaja horarios desubicados hasta encontrar respuestas que me hagan infeliz. Casi todas ellas una mujer, una nueva amante, pocas ganas de verme o la decisión definitiva de dejar de quererme. Todas ellas me alarman, me corrompen y siento un dolor tan hondo, tan profundo como una lanza surcada por entre el estómago. Y me invade una desesperanza que más parece una descarga eléctrica poderosísima que me deja nublada, ciega, somnolienta, imbécil, destartalada. Sin poder de decisión, inactiva e imperante: necesito dormir, o morirme, o que me maten. Y si no sufro otra descarga eléctrica me quedo dormida al poco tiempo.

La electricidad me hace odiarlo y me hace dormir. Generalmente cuando me despierto, no recuerdo por qué lloré tanto (desdoblamiento) y cuando logro saber porqué, aún no lo entiendo. No puedo ponerme en mis propios zapatos. Como si esa noche de sueños rotos me hubiera borrado todo registro de empatía conmigo misma. Al despertar la pena aparece reducida y hasta minimizada. Reducida a un montón de neuronas de más que hicieron mala sinapsis. Nada más que eso. Alejandro no asume culpas, no le inculpo nada, yo vuelvo a ser el feliz arlequín que alegra la vida de los otros y comienza una vez más todo cuando me doy cuenta de que no es suficiente para mí, que necesito más, que no estoy bien. Así es como se ama y se odia a alguien hasta límites insospechados.

: “y vas a venir, aunque supongas que es algo resuelto. Con vos es siempre lo mismo. A un momento estás muriendo y al día siguiente, como lograste taparlo (ahogarlo, al sentimiento de muerte súbita), hacés como si nada hubiera ocurrido, olvidando el asunto por completo”.

Siempre ahogo mis sensaciones, mis deseos, mis sentimientos, mis miserias y alegrías. Lo suprimo todo, eternamente, porque a tiempos es menos doloroso dejar de sentir.
Cuando dejo de sentir empiezo a pensar. Me hago preguntas racionales y me contesto sin mayores problemas. Y la vida es así: fácil, cerebral. Tengo, es cierto, varias personalidades y para cada una de ellas un grupo de amigos diferente. Me cuesta mezclar amigas. A tiempos, soy muchas personas que difieren entre sí: tienen distintas personalidades y las motivan incomparables cosas. Por duro que suene, sé que es así. Hay gente que no se bancaría a HIEDRA y otras que se sienten poco confortables con Cielo. Por eso tengo que actuar diferente o amoldarme. Soy lo que el ambiente quiere que sea, lo que las situaciones me indican que es mejor ser. Que es más conveniente ser.

De la misma manera como amo y odio a alguien. Así, sin explicaciones. Me amoldo. No es que no tenga opiniones formadas. No creo que sea eso.

Nos emocionamos tanto con algunas actividades que en nuestra cabeza son fantásticas, tanto, que cuando las llevamos al plano de lo real nos parecen desconcertantemente aburridas. Y siempre es lo mismo. También nos aburren las personas. Yo no puedo estar con alguien más de un día, la gente me aburre. Después de ese tiempo prudencial necesito estar sola, estar en mi cama sola, estar en el baño sola o simplemente mirando televisión. La compañía muchas veces se convierte en estorbo con el correr de las horas. Es decir, no soy antisocial, no quiero sonar a cuarentona soltera, pero es cierto que necesito de mi privacidad y que me molesta que la gente no sepa cuándo retirarse. Ojalá alguien alguna vez inventara un interruptor que les avise a las personas cuándo es el momento exacto en que empiezan a ser un estorbo.No sé a qué viene esto. Siempre me voy por las ramas

Ah, mis personalidades. Supongo que nacieron en mi necesidad de agradarle al mundo entero.

. Todo el mundo se la pasa inventando personajes, el problema es que me los tomo en serio y me sirven.
Y el personaje que más me cuesta es este que me carcome. Este que me obliga a escribir detalladamente en una agenda todo lo que se me viene a la mente. Que me obliga a llevar registro de todo: las veces que lo vi a Alejandro, qué llevaba puesto (yo), qué hicimos, a dónde fuimos y qué me dijo. No creo que sean muy normales algunas de las cosas que solía hacer, tales como configurar una lista de temas para hablar minutos antes de marcar su teléfono e ir leyéndola silenciosamente (¿hay algo peor que quedarse sin hablar al teléfono?). Son algunas de mis manías un tanto obsesivas, pero supongo que aprendí a convivir con ellas o que ellas se amoldaron a mí. También creo que nacieron por necesidades íntimas: de no olvidar, de no hablar de más, de no quedarme callada, de no repetir vestuario, de tomar consciencia pero por sobre todas las cosas: de RECORDAR. Aunque muchas miles de veces hubiese pagado para olvidar.

. Maldita fiesta: todas mis compañeras bailando y yo parada, sin entender demasiado qué estaba pasando. Ellas tomaban alcohol, yo miraba. Ellas saltaban y gritaban, yo miraba. Y no desde el resentimiento, sino desde el desconocimiento total, porque nunca entendí cómo alguien puede divertirse en un lugar así: lleno de humo y de gente sudorosa que baila sin parar y alcohol y mentiras y gente en busca de gente y el desorden y el tumulto. No, no es para mí.

Por eso. Porque nunca lo que yo quiero se hace realidad, nunca. Porque mi imaginación siempre es má grandiosa y más potente y mucho más placentera que la realidad. Ojalá fuera autista, ojalá viviese adentro de mi mente. Quisiera dormir para siempre.


Y claro, Rocío ya se recibió con honores y Déborah está haciendo una brillante carrera en medicina y con seguridad salvará muchas vidas mientras yo escribo incoherencias en una computadora personal.

. Me dijo que me siento diferente y tengo que aprender a adaptarme a diferentes estilos (qué bueno es que a uno le digan lo que siente). Que soy hipersensible, que debo adaptarme a la vida y que tengo tendencia a angustiarme o a desilusionarme. Que me muestro solitaria pero siempre soy dominante en las relaciones: que tengo fortaleza, que controlo en el intento de proteger al otro y que debo evitar hacerlo.

. Toda la estabilidad de cartón que había construido se estaba mojando y desmoronando. Era todo una enorme mentira, una farsa. Lo iba a volver a ver y me sentía más nerviosa que nunca.

). Entré en el auto y lo saludé fríamente con un “hola” y un beso en la mejilla derecha. Él me saludó igual (nunca le costó semejarse a un freezer).

Esa frase era mi único sustento. Y aunque ya tenía casi un año de antigüedad, cabía perfectamente en el presente: yo no quería que me deje e iba a recordárselo si era necesario. Además, amo congelar frases. Suponía en ese entonces, o quería suponer, que frases como aquella no tenían fecha de caducidad. Y sin embargo…

Y de alguna manera estar con él era reivindicar todo lo que no había podido ser, pero que siempre fue adentro de mi cabeza. Eso era: una dulcísimo, azucarada venganza que no le hacía mal a nadie, excepto a mí.

Las cosas pierden identidad cuando él las toca, cuando él las visita, cuando él existe cerca. Mi subjetividad y mi imaginación habían hecho un pacto diabólico para volverme completamente loca. Necesitaba verlo nuevamente, pero como una droga: por el momento estaba satisfecha, no quería pedir más, no quería tener una sobredosis (ni pecar de gula, en todo caso). Eso es Alejandro: una droga. Necesito, me da. Necesito, me da. Necesito, no esta. ¿Qué hago? Necesito. ¿Y qué más? Necesito. Necesito. Abstinencia: crisis de llanto, electricidad, me muero (acto fallido: escribí “muero” en lugar de “duermo”). Aclaro, no pienso eliminar mis fallidos, que son más interesantes que mi historia y que cualquier cosa que mi consciencia pueda recordar. Entonces, mi inconsciente me dice que me muero, probablemente sea cierto. Y cuando estoy casi dentro del sarcófago (porque mínimo quiero morir y que me entierren al mejor estilo faraón egipcio) Alejandro vuelve y me da. Y me calmo y vuelvo a respirar y vuelvo a vivir.

Me da lo que quiere darme sabiendo que voy a aceptar cualquier limosna que venga del Rey que le hice creer que es. Y entonces desaparece y necesito y no está y no vuelve y necesito y la abstinencia de nuevo y la electricidad y me duermo.

Estaba de novia con un alto consumidor de drogas, me estaba drogando demasiado, pronto sobrevendría la sobredosis de Alejandro. Pero no, las cosas se siguieron dando con naturalidad.

. No me daba cuenta de que toda esa paz superficial era trágica adentro mío. Esa maldita manía mía de creer que todo está bien.
Es sabido que cuando uno siente que las cosas no pueden ser mejor o que por lo menos está viviendo un estúpido y frágil equilibrio vital, las mismas tienden a desmoronarse casi instantáneamente. Es así, una regla vital, una estúpida consecuencia de la conciencia. Porque quizás uno al pensarlo se está llenando de miedo la vida y se está abriendo al mismo tiempo a las malas vibras. Tengo la alucinación de que cuando uno es ignorante de su propia felicidad puede conservarla mucho más tiempo y en mejor estado.

No. Nunca jamás. Además, nunca creí que mi estado era éxito de mi propio esfuerzo. No. Fue un capricho y dio resultados positivos, lo cual me deja ganancia superflua y escurridiza. No lo gané con esfuerzo. No servía de mucho, necesitaba exprimirme y beberme el lucro instantáneamente. Embriagarme de belleza

Del amor al odio hay 5 personalidades

El tema conmigo siempre fue que puedo tener ideas diametralmente opuestas y aún así estar en equilibrio conmigo misma. Puedo pensar que tal cosa es una degeneración y al mismo tiempo darle una vuelta de tuerca y madurar que quizás no es tan malo. Así, puedo tener sentimientos opuestos respecto de personas, actividades y opiniones. Me cuesta mucho definirme. Supongo que a todos nos cuesta. Tengo razonable envidia a aquellas personas que tienen las cosas tan transparentemente claras… me provocan envidia y un poco de rechazo. Y me suena “aburrido” tener todo tan claro.
¡Ahí lo tienen! Casi sin querer, un despejadísimo ejemplo de lo que decía precedentemente: empecé diciendo que tenía envidia de quienes pensaban claramente y terminé escribiendo que me resultaban aburridos y prefería quedarme en mi estado de confusión permanente. Nunca me decido.
Conmigo siempre todo es una sorpresa. Yo me atrapo diciendo que me gustan cosas que jamás probé, o que nunca se me hubiera ocurrido probar. Me encuentro haciendo cosas que nunca se me hubieran cruzado por la cabeza. Me miento, me engaño y creo mis personajes. Nunca fui diagnosticada con desorden de personalidad… pero creo que eso fue un regalo de navidad de los médicos que me atendieron. Si no tengo desordenes de personalidad entonces abran las puertas del Borda y dejen a todos mis pares ser felices. Seriamente y aunque suene gracioso: tener varias personalidades te saca airosa de muchas situaciones dramáticas. Soy varias personas a la vez y varias personas que piensan muy diferente. Aún así, eso no me genera conflicto. No me contradigo: pienso diferente dependiendo de muchos factores. Todas mis personalidades conviven silenciosamente adentro mío y esperan su turno para salir. ¿De qué depende? ¿Cómo saben cuál de ellas tiene que salir? Bueno, ellas sí tienen las ideas claras y saben que cada situación merece una personalidad diferente, que se adecue, se amolde a las circunstancias vigentes.

No me gusta que me molesten, que alboroten mi concentración, que me disturben.

Aprecio más que nada mi vida interior, mi exquisito mundo privado, aquel que aunque quisiera no podría explicar. Es tan fructífero, es de tantos colores y tiene tantísimos matices que no se podría entender la dimensión ni la importancia que yace en ellos. Quisiera explicarlo. Quisiera que mi ocio tuviera sentido para la sociedad: y sin embargo soy condenada. Sé que ahora no entienden, pero ya van a entender. En algún momento mis compañeras del colegio tampoco entendían por qué cuando me decían “estás ojerosa” yo contestaba con una sonrisa cansada pero brillante. Y quizás siguen sin entenderlo; a decir verdad, me cansa tener que explicarle todo a la gente. Y no soy soberbia, no. Pero estoy cansada. Ni mi cuerpo, ni mi alma, ni mi mente están preparados para explicar mucho más, para vivir muchos años más.

Desgraciadamente, dirán unos. Afortunadamente, pensaran otros. Yo todavía no puedo decidirme. Como siempre, me cuesta.

era la presa perfecta de un cazador que me ignoraba. Que sabía que existía, pero que decidía ignorarme completamente. Porque si no me hubiera visto, si hubiera desconocido mi existencia quizás habría sido menos doloroso. Pero él decidió ignorarme por completo.

Invento. Porque después de “está de novio…” dejé de escuchar. O se me cancelaron los oídos, o se me cumplió el deseo de ser sorda y permanecer así por toda la eternidad. . ¿Por qué me hacía esto? (¿Qué me estaba haciendo?).

Los amores juveniles son así. Obsesivos, absolutos: a todo o nada. Lo terrible es que seis años después uno siga comportándose de esa manera. Lo doloroso es que definitivamente así se quede uno: siendo una maldita obsesiva. Supuse que tenía que superarlo… pero nada parecía cambiar. Cocol seguía en mi cabeza. Lo perseguía, lo buscaba, me escondía, llamaba por teléfono y cortaba. Me sentía necesitada: de su voz, de sus palabras silenciosas, de sus miradas. De mis inventos. De eso vivía: del timbre que le había atribuido a la voz de Cocol, de la personalidad que le compré, de un futuro ideal juntos, donde no existiera la diferencia de edad. En mi cabeza podíamos ser felices y no entendía por qué no se concretaba mi sueño. Me enojé con dios y con el mundo. Dejé de creer en el Ser Divino y empecé a maldecirlo. “Si Dios existe, no puede estar haciéndome esto”. No pensaba que Dios estaba ocupado en cosas más importantes, porque definitivamente, para mí a los catorce años, no había algo más importante que Cocol. Y Cocol y mi salud mental iban de la mano, irremediablemente. Así como también: la falta de Cocol y mi depresión eran mejores amigos.

. “¡Exprésense!” Nos exigió el profesor de plástica. Ya lo creo que me voy a expresar. Para el término de la hora de plástica mis hilos de metal se habían convertido en un muñequito suicida. “Soy yo” rezaba el título.
Mi obra de arte constaba de una horca metalizada, de ella colgaba una supuesta soga. Y enganchado cómodamente en su fría parálisis, un muñequito ahorcado. Era imperturbable, era de metal y estaba muerto. Suicidado. Se había autodeterminado la muerte. Era tan solo un muñequito. Pero su cabeza tenía hilos de metal enrollados como ideas y deseos no llevados a cabo: tantas ideas y tantos deseos que lo habían llevado a la muerte. La irrealización de los sueños o de las metas o de los propósitos te pueden llevar a la irremediable defunción. Es fantásticamente comprobable. Tomen cualquier diario: ¿O piensan que la gente se suicida porque está aburrida? ¡Lo mío era una obra de arte! Y una ineludible predicción.Obra de arte que terminó en la basura. Intenté conservarlo, pero mamá lo tiró. Yo lo hubiera guardado y entregado a Urgencias Mentales, pero quizás sí era más fácil que se los lleven los muchachos de la basura. Siempre lo más fácil, lo que acarree menos problemas. Mi muñequito suicida terminó en la basura, pero tantos metales y tantos sueños no iban a terminar ahí.

El amor es perro. Pero aún si pudiera elegir vivir sin amor, no lo haría. Hace tiempo que pienso que es mejor estar doliente por un amor irreal, o maligno o escabroso, en lugar de estar obnubilado por la nada y ser comido progresivamente por el aburrimiento del bienestar. No quiero decir que me sentía más inteligente que mis compañeras: simplemente teníamos diferentes intereses. Eso puede ser positivo o bastante malo: yo me creía muy inteligente y perspicaz, así que jamás lo tomé como un aspecto negativo. Simplemente me consideraba más madura y con la atención puesta en problemas de adultos, tales como el amor. Lo cierto es que el amor te vuelve un bebé, aunque tengas cincuenta o sesenta años. Te deforma, te consume. Y si no es sacrificado no es amor. Mejor vuelvo al Eucarístico.

Siempre tuve ese rollo, esa obsesión: escribir. Escribir cualquier cosa que me venía en mente, las cosas que me estaban pasando. O simplemente frases exterminadoras: “me cansé de este colegio”, “tal cosa me tiene harta”, “amo tal otra”, bla, bla. El papel es prudente. El papel no te es infiel, no te caga, te deja ser. No te pone cara de circunstancia aunque le estés contando que tenés morbo con las ratas egipcias o que te excita ver cómo los murciélagos duermen en el tapa-rollo de tu ventana. Quizás por eso no tenía amigas, porque todo lo que las chicas les contaban a sus amigas, yo lo reproducía con exactitud en mi cuaderno; y mientras la memoria de un ser humano puede fallar, las letras de los cuadernos son imborrables. Supongo que por eso siempre me aislé de esa manera: nunca tuve la necesidad de comunicarme, porque ya lo estaba haciendo. Escribir es comunicar, aunque mis escritos siempre terminaban escondidos y sin participar al mundo de mi dolor, mi felicidad o mi disconformidad

Pero era ficción, pura mentira. Soy la persona más apegada a los afectos que conozco. Necesito de amigas, de familia, de amores, de mascotas, necesito todo eso; a las personas que me recuerdan quién soy. Pero en aquella época esa era la imagen que quería mostrar de mí y siempre tuve la encantadora habilidad de hacerle creer a la gente que el cielo se está cayendo, aunque sea un día de sol reluciente.

Era la época cuando mis compañeras del colegio empezaban a ir a bailar. No es sorpresivo que a mí no me interesasen esas cosas ¿verdad? Así que mientras mis compañeras iban a llenarse de olor a humo la ropa y el pelo, y a tomar cerveza hasta vomitar y hablar pavadas, yo prefería quedarme en casa leyendo o mirando TV o simplemente escribiendo poemas para Cocol. Patética. Pero así era, así soy y las estadísticas pronostican que así seré toda la vida.

, todavía me sentía triste. Un sentimiento desgarrador, que me congelaba los intestinos y se transformaba en iceberg justo en el medio de mi garganta. Sentía ganas de llorar todo el tiempo. Y cuando digo “todo el tiempo” debe entenderse literalmente. No podía ver una película, ni hablar de temas que supiera de antemano me iban a conmover, porque una vez que empezaba a llorar ya no había vuelta atrás.
Alguien me había hecho daño, o yo me había hecho daño. En aquel momento preferí dar por sobreentendido que era Cocol la causa de mis males y de mi profundísima necesidad de morir. Que simplemente me sentía triste por estar viviendo la historia de un adverso amor no correspondido, donde Julieta (yo) estaba a punto de caer envenenada por sus propias lágrimas.

Ahora sí: necesitaba urgentemente un psicólogo o una sierra eléctrica para azotarme hasta la muerte, o mejor: azotarlas a ellas. . Por favor, depositen la sierra eléctrica en mi cuello. Muchas gracias.

Pero permítanme contarles una historia, que no es sabida, ni aburrida, ni conocida. La historia de una transformación feroz: de la muñeca de porcelana que se estropeo contra el asfalto. Una historia de inconvenientes y de las ganas de morir; del hambre, del miedo y una moraleja jamás escrita, una experiencia aún no procesada. Necesito escribir esto. Lean.

¿Cómo puede amar y odiar a una misma persona? Bueno, es fácil responder a eso. Alejandro fue un estafador: y como todo ladrón, primero te vende el mejor hotel, con el más paradisíaco paisaje en tu ventana. Lo amas. después llegas a la playa y encontrás un estanque de agua mugrienta. Lo odias. Así son estas personas. Así era él. Así sigue siendo.
Quizás ahora me sea más fácil reconocer a este tipo de individuos pero en aquel entonces tenía solamente catorce años y, aunque creía que me las sabía todas, era simplemente una nena.

Alejandro me hacía mucho bien, pero todavía el fantasma de Cocol rondaba por los pasillos de mi mente.

Mis relaciones afectivas siempre fueron así: difíciles de concretar (y hasta imposibles) y dotadas de una obsesión incandescente. Una obsesión que me consume, que me mata, que me hiere y que aún así defiendo. Porque llegué a pensar que amor sin sufrimiento no era amor

Me di cuenta que estaba al lado mío porque prendió un cigarrillo (meses después me confesaría que no fumaba, que simplemente lo hizo para llamar mi atención). Ahí estaba, él. Mi “hermanito” fumando un cigarrillo al lado mío. Tantas veces estuvimos juntos estando lejos… y sin embargo ese día estábamos cerca y más separados que nunca.

Relax. Era su premisa, que hoy sonaba dulce y hasta cariñosa, en un pedido de tranquilidad para llevar a mi calma espiritual. Es grandioso cómo a través de los años las personas utilizan las mismas palabras pero para expresar significados completamente opuestos. Años más tarde “relajate” tendría idéntico significado que “no me jodas”.

Claro que las conversaciones que Mamá había leído serían alarmantes para cualquier madre. Alejandro me estaba incitando, de a poco, a que me gustase, a que me excitase, a que piense en él. Me estaba enamorando… y si por fin lograba su cometido, sabía que duraría para siempre. Dicen que el primer amor nunca se olvida. Y es mentira, porque de Cocol me olvidé. Pero de Alejandro…

Clara14: me comunica con Alejandro, por favor?
Hogweed: partió en un tren rumbo a tu ciudad. Dijo que iba a ver al amor de su vida.
Clara14: eso dijo?
Hogweed: así es
Clara14: decile que lo quiero.
Hogweed: hermanita, un día jugando con fuego te voy a quemar
Clara14: sí? Espero ese día
Hogweed: bueno, la próxima vez que nos veamos
Clara14: mientras tanto dejame jugar
Hogweed: siempre podemos jugar
Clara14: entonces? Qué sábanas querés?
Hogweed: cuando seas grande vas a ver qué lindas son las de seda
Clara14: ¿Por qué no puedo verlas ahora?
Hogweed: porque voy preso.

Te prometo volver a ser la inocente y pura estudiante de colegio de monjas

HIEDRA:

Si me quisieras una milésima parte de lo que te amo, sería feliz.

A tus repentinos y constantes cambios de humor intento acostumbrarme. No veo por qué vos no podés hacer el intento para bancar un mal día mío ¿no? Si sumamos mi mal día a cuánto te celo, resultan algunas de las contestaciones de ayer.

Alejandro me condimentaba la vida con dulce veneno.

“me estoy peleando con vos despacito, casi sin que te des cuenta y cuando abras los ojos ya no voy a estar”.

Hoy hace mucho frío fuera y dentro de mí. Pienso que tal vez siempre fue así pero estaba ciega, entonces ahora sí puedo darme cuenta porque ciertas cosas me fueron abriendo los ojos de a poco.
Quise escaparme un poco de la realidad pensando que todo iba a cambiar con el tiempo, pero ya ves: mañana van a ser ocho meses y todo sigue igual. Mal.
Este email puede parecerte muchas cosas, incluso un email como cualquier otro de los cientos que te mandé durante meses. Pero este es diferente, es el de despedida. No me voy por una semana o por dos, me voy de tu vida para siempre porque sé que estoy de más. No me necesitás tanto como yo a vos y muchas veces me dijiste que en las relaciones hay que dar y recibir por igual; no se está cumpliendo esa regla. Siento que siempre sentí más que vos.
Entonces digamos en nuestra relación no existe un equilibrio. O no nos vemos nunca, o estamos peleados… siempre hay un tema para discutir entre nosotros. No tuvimos ni una sola semana de paz en ocho meses. Creo que es importante un poco de relax, creo que llegó el día, ¿no?
El tema de vernos más seguido también quedó en la nada. Ya ves: durante el año te veo (si se te antoja) dos veces por semana. Ahora estoy en vacaciones, no te voy a ver ni una vez. Hoy no, Alejandro tiene una reunión de amigos. Mañana tampoco, viaja. ¿Qué tiempo me dedicas de tu vida? ¿Cuatro horas por semana? ¿eso es un noviazgo? “Con respecto a vernos más seguido, sabés que se complica un poco: mis horarios, los tuyos, estamos un poco lejos, etc; pero vamos a tratar”. No. No te creo una palabra más. Ahora ni siquiera nos vemos los días que supuestamente nos teníamos a que ver. Olvidate.
A los dos nos gusta que el otro nos diga cuánto nos quiere, pero ninguno de los dos obtuvo nunca lo que quiso. Nunca fue bastante, no nos alcanzó. Tal vez a vos sí te alcanzó, porque no necesitaste nunca verme. Pero no fue suficiente para mí, que te quise con el alma y no podía verte jamás. Tampoco tuviste en cuenta que además de escuchar “te quieros” hay que demostrarlos. Shakespeare dijo alguna vez: “no ama quien no lo demuestra”. Creo que describe perfectamente el “amor” que me tenías.
“Pendeja, no lastimes a quien necesitás, tirá tu orgullo a la mierda alguna vez”. Me parece que te hice demasiado caso. Dejé que hicieras lo que quisiste, que vinieras cuando quisieras, que hicieras y deshicieras sin importarte nada de mí. ¿Pensás que sos el único que extraña?
Además, había muchas diferencias entre nosotros. Pero la más notoria era que yo no me quería nada y vos te amabas demasiado. Tanto que en vos no había lugar para mí. Tal vez encuentres a alguien a quien ames tanto como te amas a vos mismo y ese va a ser el amor verdadero. Es un consejo, si yo no lo aguanté, creo que nadie lo va a aguantar, porque yo con esas cosas soy bastante paciente. Es solo un consejo.
La pregunta es: ¿por qué no me dijiste desde el principio que te habías tomado nuestra relación de otra manera? ¿Por qué no me advertiste? Te hubiera amado menos, te hubiera dado menos. Ahora estoy atada a vos y es un infierno; por eso decido alejarme ahora. Porque si seguimos con esto que no tiene nombre, voy a amarte cada día mucho más y no es eso lo que quiero. Tal venzo tendríamos que haber desafiado a nada ni a nadie, y vos tendrías que estar con alguien de tu edad y yo con alguien de la mía. Mejor encuentro a alguien que pueda ver a los amigos todos los días, así ellos no me quitan el tiempo que me tiene que dedicar. Voy a tenerlo en cuenta a la hora de elegir la próxima vez.
Lo que más duele es que nunca tuve prioridad en tu vida. Tu felicidad era condición única para que yo estuviera bien. Siempre te tuve arriba, como el religioso tiene a Dios. Pero yo nunca te interesé demasiado, sino hubieses tenido más ganas de verme. Tal vez tantas como yo. Nunca tuve prioridad en tu vida, mientras que vos fuiste todo en la mía.
Ni como novio, ni como hermano, ni como amigo; me duele verte, escribirte o escucharte. Este es el último email, espero que sepas que no me adapté a tu estilo de vida, a tu filosofía de vida “Light”, cero obligaciones conmigo. No era eso lo que quería para nosotros. Yo escribo esto suponiendo que vas a entender porque se te un tipo inteligente. Así que a partir de hoy, voy a empezar de nuevo. No quiero hablar con vos. No quiero verte, no quiero escucharte. No me gustó tu “manera”. Tal vez cuando sea más grande me acuerde de vos y entienda lo que me habías querido decir.

miércoles, 7 de abril de 2010

me tocó vivirlo, sufrirlo, sangrarlo, vomitarlo. Que a propósito, mejor aprovecho este lugarcito para prologar que sí, a veces soy bastante autosuficiente, egocéntrica y soberbia a la hora de escribir. Y que por cierto creo que sé más acerca de anorexia y suicidio que los psicólogos y los médicos que intentaron ayudarme. No es necedad. Es simplemente que creo que la experiencia no es transmisible… y que aunque yo haya leído muchas veces que tal dolor es punzante, nunca en mi puta vida sentí una punzada. Entonces, que no me vengan a hablar a mí de los síntomas ni de lo que tengo que sentir o hacer, porque ya tuve suficiente.

I couldn’t care less. Eso es lo que tengo para decir.Simplemente escribo esto como método terapéutico.

Argh, por favor, abandoná este personaje que no deja de auto complacerse/ halagarse/ amarse porque nadie lo cree! ¡Nadie lo compra!

Tengo mucho que contar, fue mucho lo que sufrí. Bueno… “sufrí”. Irónicamente hay quienes eligen estar enfermas y llega un punto donde hasta disfrutas de ello, pero ahora es temprano para hablar de esas cosas.

No sabemos decir las cosas directamente, es decir: adentro de mi casa. Porque afuera cada uno tiene una personalidad completamente diferente. De todas maneras, no quiero irme por las ramas porque es lo que siempre hago y voy a terminar el capítulo hablando de lo mucho que me gusta hablar en inglés o andar a caballo, en caso de que me gustase. De hecho, me gusta. Pero es otro tema.

Tengo esa parte de mi vida tan borrada que dar detalles sería mentir burdamente

Sí, tengo miedo al fracaso. Pero con el tiempo y con los retos de mi vida me di cuenta de que lo que piensa la gente no me interesa, o que al menos puedo fingir que no me interesa y puedo hacer que la gente crea que soy autosuficiente. Lo cierto es que me interesa por demás de la línea de lo normal o esperado. Sí, claro.

Sí, ahora tengo amigas (y de las mejores) pero ellas no creen que sea especial, simplemente que estoy loca. “Una loca linda” como está de moda catalogar a los retorcidos mentales para que no se violenten. Y no es que yo crea que soy una retorcida. Sí, a decir verdad creo que soy una retorcida, pero concuerdo con mis amigas: no puedo hacerle daño a nadie. Solamente a mi misma o a otros por medio de mí. Llegó una época en mi vida cuando en vez de enojarme con alguien me castigaba a mi misma para afectar a ese otro alguien. Pero eso viene más tarde. Sostengo que todavía es temprano.

. ¿Nunca les pasó estar con alguien muy hermoso? Ver a esa persona, escucharla hablar, seguir cada uno de sus fascinantes gestos, admirar su belleza… y más tarde mirarse en el espejo y darse cuenta de que uno es horrible y que estuvo creyéndose bello simplemente porque estaba mirando a alguien lindo que resultó no ser uno. Bueno, si nunca les pasó significa que estoy muy mal de la cabeza. Pero a mí me pasa eso

es un cliché tan trillado que es hasta espasmódico.

era una puñalada en el dedo chiquito del pie pero quizás me ayudó a ver la realidad que mi materia gris negaba a muerte

Como ya se habrán enterado, normal no es una palabra que pegue mucho conmigo. Interferencia. Como cuando querés ver una película en tv satelital y está lloviendo. “Detectando antena, por favor espere”. Eso me decía mi cerebro cuando yo intentaba ser normal. No puedo, imposible. Y esperé demasiado tiempo. Fingí demasiado tiempo, hasta que exploté. Pero como digo yo: es temprano aún para eso.

Mi cara de disgusto es poco disimulable y mis ganas de cambiarla eran pocas así que simplemente me quede como estaba, pero no por mucho tiempo.

mientras a mí se me escapaba una sonrisita por el costado izquierdo de mis labios.

me qeude en la 14